La Nueva España. El embajador de la comedia asturiana
ÁNGEL CABRANES El teatro asturiano tiene un embajador en sus filas capaz de hablar con humildad de una de las más brillantes trayectorias vinculadas a la divulgación de las imágenes costumbristas de la región. Eladio Sánchez (Gijón, 1931) es uno de esos actores que mamaron el mundillo de la interpretación desde niño. Hijo de la mítica actriz Aurora Sánchez, una de las más reconocidas de Asturias y fundadora, en 1915, de la «Compañía Asturiana de Comedias», en 1986 decidió reflotar este grupo teatral, que había pasado unas temporadas de sequía debido al fallecimiento de varias de sus figuras principales: El Presi, Rosario Trabanco y la propia Aurora Sánchez.
La apuesta por un colectivo que el propio Eladio denomina, con modestia, «un grupo de amigos que tratan de hacerlo lo mejor que pueden», ha cristalizado en un producto de calidad capaz de llenar todos los veranos el teatro Jovellanos durante tres días consecutivos. Algo reservado para pocos elegidos, que bien merece galardones como los que ha recibido este último año la «Compañía a Asturiana de Comedias».
El primero llegó con la medalla de plata del Ayuntamiento de Gijón y el segundo traspasó las fronteras de la región, a través de la asociación «Amigos del Teatro» de Valladolid. Este último aún lo saborean, ya que sucedió hace tan sólo unos días. Allí, en Valladolid, Sánchez y su compañía compartieron reconocimiento con otros artistas de la talla de José María Pou y Terele Pávez, dos grandes de la escena española tan populares como lo es Sánchez sobre las tablas de la región.
Pero todo este camino, ahora glorioso, comenzó mucho antes, a finales de los cuarenta, cuando Lalo, como se conoce a Eladio Sánchez, continuaba la saga familiar como intérprete y cantante. Era entonces un «comediante», en el más cariñoso de los sentidos. Por sus venas corren el arte y el conocimiento de las escenas que sintetizan el sentir y la tradición del pueblo asturiano, siempre con la capacidad de originar situaciones que no por conocidas dejan de arrancar carcajadas cuando caen en sus manos. Con unas manos con las que también se ganó la vida como maestro industrial en ebanistería y acristalamientos, profesión que le permitió asegurar la economía familiar en tiempos en los que el rendimiento en taquilla se medía por sus fluctuaciones y escasez. Eso no apartó a Lalo de andar entre bambalinas, e incluso se permitió viajar a América para mostrar en Cuba algunas de las producciones de la «Compañía Asturiana de Comedias».
En aquel trayecto de veintitrés días en barco (corría el año 1954) rumbo al país caribeño, también se encontraba Pili Ibaseta, por entonces una chiquilla de 17 años que formaba parte del elenco. La gira duró diez meses, durante los cuales el grupo actuó en La Habana, Santa Clara, y también en países vecinos como la República Dominicana y Puerto Rico. Diez meses en los que Sánchez no sólo conquistó al público, sino también el corazón de Pili Ibaseta.
Eladio Sánchez y Pili Ibaseta continúan en la brecha de la interpretación y en la del amor. Se casaron y tuvieron dos hijos: Eladio y Norberto. El primero, centrado en su trabajo en la Agencia Tributaria; el segundo es otra de las piezas importantes del grupo teatral gijonés. Eladio hijo forma parte de la próxima generación de una «Compañía Asturiana de Comedias» que vive una eterna juventud, en buena parte gracias al empeño y horas que le ha dedicado su actual director. Lalo ha sabido adaptarse a los tiempos sin olvidar las raíces del teatro costumbrista. El ejemplo ya lo dio cuando subió a las tablas asturianas las obras más vanguardistas en los años cincuenta y sesenta, con los grupos «La Máscara» y «Gesto». Trayectoria que le ha permitido conocer a la perfección a los autores más clásicos de la literatura astur, como Eladio Verde, pasando por otros internacionales cuyas obras ha interpretado, como Beckett, Ionesco o Miller. Por no hablar de los escenarios de la región, de los que conoce, casi, hasta dónde se encuentra la última tabla que cruje.
Por muchos galardones, aplausos o reconocimientos que se le brinden a la «Compañía Asturiana de Comedias», Lalo seguirá siendo el paisano que ensaya junto a los suyos en la calle Conde Toreno, un día a la semana; ese que siempre se para a charlar con los vecinos sin dejar de lado el carácter guasón que lo caracteriza tanto dentro como fuera de los escenarios. Siempre quitándole importancia a lo individual, pero recordando sutil y elegantemente la importancia de una trayectoria tan trabajada como la de su compañía. «Tú a mí no me conoces de nada, pero yo a ti conózcote de mucho», le decía Eladio hace unos días al gran José María Pou en Valladolid; la misma frase que él mismo podría escuchar, en Asturias, de otros muchos novatos de la escena.
Cuentan que Lalo tiene también su lado exigente, lo que no le resta ni sensibilidad ni comprensión. Otra de sus características es la sorprendente timidez que demuestra en ocasiones, en contraste con las veces que ha intervenido cara al público. Por eso todavía se avergüenza de que las lágrimas le pudieran durante el acto de entrega de la medalla de plata que el Ayuntamiento de Gijón otorgó a la «Compañía Asturiana de Comedias». «Lágrimes como fabes», como él mismo definía aquellas que se derramaron una vez en la localidad alicantina de Benidorm, donde también ha llegado la obra de este grupo teatral. Es sólo uno de tantos rincones de España poblados por emigrantes asturianos que tuvieron la oportunidad de revivir con sus funciones imágenes que un día dejaron a cientos de kilómetros.
Eladio Sánchez y su «Compañía Asturiana» son sinónimo de esfuerzo, tesón, y humildad. La humildad de hacer arte con las pequeñas anécdotas de la zona rural, convertidas durante casi un siglo por los Sánchez en grandes piezas del teatro asturiano. Este «comediante» siempre tendrá ánimo para un aplauso más.
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